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La vitamina D, la piel y los genes de longevidad

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La vitamina D, la piel y los genes de longevidad

Hace ya muchos años que se habla de las propiedades beneficiosas de la vitamina C en el cuerpo humano. Pero ésta no es la única vitamina que nos enriquece y fortalece, por ejemplo, el sistema inmunológico. Según los estudios recientes, cada vez se está más cerca de reconocer el verdadero papel de la vitamina D en nuestro organismo. Así, ya no hay dudas que está implicada en considerables procesos metabólicos y las investigaciones hace tiempo que alertan que su escasez puede estar directamente relacionada con una aceleración del proceso de envejecimiento de componentes como nuestra piel. De todos modos, el tema cobra más magnitud cuando, como apuntan diversos expertos, la falta de vitamina D podría estaría relacionada con el riesgo de contraer enfermedades propias de la tercera edad  como el cáncer o el Alzheimer.

En este sentido, un estudio publicado en “Cell Reports” revela que la vitamina D, concretamente en el nematodo Caenorhabditis elegans, activa genes relacionados con la longevidad y aumenta la duración media de la vida. Los estudios realizados des de los años setenta en genética del desarrollo permiten asentar un poco más la convicción de que los beneficios de este nutriente van mucho más allá de la regulación de la salud ósea.  Simple y llanamente, pues, la presencia y uso de vitamina D influye en la prolongación de los años de vida y en el estado de salud general de los humanos.

La investigación aparecida en la revista de biología molecular de alcance internacional, ha sido dirigida por Gordon Lithgow, del Instituto Buck para la Investigación en Envejecimiento ubicado en California. El estudio se ha centrado, sobretodo, en el impacto en la homeostasis proteica. Dicho en otras palabras, la capacidad de las proteínas para mantener su forma y función a lo largo del tiempo. En este sentido, patologías como el Alzheimer o el Parkinson se han asociado a la acumulación de proteínas tóxicas insolubles.

Así pues, los investigadores llegaron a la conclusión que la vitamina D influía en una red molecular regida por los genes IRE-1, XBP-1 y SKN-1, clave en la respuesta al estrés celular y la eliminación de sustancias tóxicas para las células. Como resultado, la duración media de la vida del nematodo Caenorhabditis elegans se incrementa un 33 por ciento. De ello, los científicos concluyen que la administración de vitamina D3 acaba con la insolubilidad proteica y evita la toxicidad causada por la acumulación de la proteína beta-amiloide humana.  La conclusión de este complejo estudio es que la vitamina D resulta clave para la longevidad ya que relentece los procesos de deterioro asociados a la vejez tanto en el plano fisiológico i biológico como en el estado de los órganos y los tejidos como los que componen la piel.

En contraposición, existen tres maneras de obtener vitamina D: a través de la comida, mediante la luz solar y, en último término, con el consumo de suplementos. Sin embargo, a diferencia de otras vitaminas, no precisamos los alimentos para nutrirnos de vitamina. La primera fuente que permite incrementarla se halla en nuestro propio cuerpo y se canaliza con la ayuda del sol. Por lo tanto, las personas que están expuestas a la cantidad normal de luz solar no necesitan suplementos de vitamina D porque el efecto solar favorece una síntesis suficiente de la vitamina en el organismo.

Es difícil, pues, calcular la cantidad de vitamina D que precisa nuestro organismo y, en caso de escasez, saber como complementarla a partir de perlas introducidas en potes que podemos ingerir en dosis más o menos mesuradas. A título general, se establece que las personas menores de 70 años deben gastar 600 unidades de vitamina al día y las mayores de 70 deben disponer de 800 para consumir. En resumen, la vitamina D no solo proporciona una amplia gama de beneficios para la salud, sino que también es vital para los componentes que favorecen una buena conservación de la piel.

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