Decían que Audrey Hepburn era todo encanto y glamour. Tenía una personalidad especial, independiente, elegante y propia. Siempre sabía estar y, al contrario que muchas de las estrellas del momento, era atenta y cercana. Su belleza era diferente.
La verdad, no debe ser difícil ser bella si eres Audrey Hepburn. Pero lo que sí es difícil es destacar entre las estrellas más bellas de una época. Y ella lo hizo.
Audrey supo encontrar con inteligencia la medida perfecta de su belleza. Confió en los mejores especialistas para que su imagen resplandeciera. Y ella, por su parte, se encargó de lo más difícil: seguir siendo ella misma.
Sinceramente, no nos hubiera extrañado recibir hoy la visita de la señorita Hepburn en nuestro centro de diagnosis genómica de Onegen Lab. Seguramente hubiera puesto la imagen de su piel en nuestras manos. Hubiera confiado en el mejor ‘modisto genómico’ de tratamientos personalizados para cada piel. Hubiera confiado en nuestros especialistas.
Pero eso sí, con los mejores vestidos y con la mejor piel, hubiera seguido siendo ella misma.
Porque, nunca mejor dicho, embellecer la piel según la genética requiere ser muy fiel a uno mismo. Y ahí radica el verdadero éxito de la belleza: encontrar la belleza en nuestro interior para que brille en el exterior.