¿Uno nace o se hace? Mucho se nos ha hablado de la importancia de la actitud, de las decisiones, de los procesos interiores que debemos adoptar para ser o no felices.
No fue hasta que tuve a mi hijo que entendí que la felicidad es algo innato, que forma parte de nuestra esencia e idiosincrasia desde el mismo momento en el que somos concebidos. Jordi, mi hijo de 4 años, desde que era muy bebé es extremadamente alegre, extravertido y lleno de vitalidad (nada que ver conmigo, sino todo lo contario). En cambio, tiene amigos que son completamente distintos a él, más reservados, tristones e introvertidos. ¿El por qué? Los especialistas atribuyen a los genes un 50 por ciento del temperamento y los demás factores conforman el resto.
Desde hace más de 70 años, numerosas investigaciones se han sucedido para determinar por qué la gente es feliz. Y por fin creen haber identificado los factores que determinan esta condición.
El 50 por ciento de nuestra felicidad es genética
Para David Lykken, genetista conductual y profesor de psicología de la Universidad de Minnesota, en Minneapolis, la mitad de nuestra sensación de bienestar depende de lo que estamos viviendo en determinados momentos y, la otra mitad, se debe a un nivel fijo de felicidad que está determinado genéticamente hasta en un 90 por ciento y al que volvemos después de vivir sucesos dramáticos.
A principios de los 90, Lykken se puso a examinar si tenemos algún control sobre nuestra felicidad. Eligió 4 mil parejas de gemelos, algunos idénticos, algunos mellizos, para estudiar cómo difieren en grados de felicidad. Los resultados del estudio lo llevaron a la conclusión de que aproximadamente el 50 por ciento de nuestra felicidad es genética (y por tanto más allá de nuestro control directo) y que el 50 por ciento restante es una felicidad “aprendida”.
El gen de la felicidad tiene nombre de mujer
Sin embargo, no sólo existen niños más alegres que otros sino que también se perciben diferencias de género en la felicidad. Científicos estadounidenses han demostrado que existe un gen que hace felices a las mujeres pero que, por contra, no funciona en el género masculino. Se trata del gen de la monoamina oxidasa A (MAOA), que regula una enzima que descompone neurotransmisores cerebrales como la serotonina y la dopamina, dos sustancias que provocan bienestar.
En sus experimentos, los investigadores hallaron que las mujeres con una versión de baja expresión del gen MAOA eran mucho más felices que el resto de féminas. En el sexo opuesto, sin embargo, aunque muchos hombres sometidos al análisis de ADN aportaban la versión de expresión baja del gen MAOA, no eran ni más ni menos felices que el resto de sus compañeros.
La reflexión final de todos estos estudios sería que tal vez no somos tan libres para elegir nuestra felicidad como creíamos. Pero, ¿debemos dejar que la genética decida nuestro grado de felicidad?
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